Aunque usted no lo crea, aunque parezca imposible, hay dos Araceli González. De un lado, está la Araceli pública, la que hace más de veinte años se hizo conocida como modelo; luego devino actriz popular, que más tarde fue parte, junto a Adrián Suar, de una de las parejas más requeridas por los medios, que también dejó de serlo; madre de dos hijos que defiende como una leona y novia del actor Fabián Mazzei. Y luego está la Araceli desconocida, la que no sabe nadar, la que no entiende por qué alguien dejaría las puertas de las alacenas y los armarios abiertas cuando es tan fácil cerrarlas, la que, aunque toda su experiencia laboral lo contradiga, parece algo nerviosa a la hora de hacer las fotos, la que necesita tomarse un tiempo entre una actividad y otra, aunque sea cinco minutos, para respirar hondo y la que es una graciosa relatora de anécdotas familiares. Ambas, superpuestas, las dos caras de una misma moneda, hace casi cuatro años, obligadas por una espalda en estado de contractura permanente y en riesgo de hernia de disco se dieron cuenta de que era momento de parar un poco la máquina de la actriz. Esa que ahora vuelve a encender con un desafío de proporciones: hacer temporada de teatro en Mar del Plata con una obra adaptada de la genial comedia romántica Cuando Harry conoció a Sally.
" Hay una parte de mí que resguardo, pero no por escondedora, sino por proteger a mis hijos y a mí misma. Muchas veces me sorprende que se hable de mí en ciertos términos porque no siento que sea yo esa persona que mencionan. No estoy todo el tiempo atenta a la prensa, a mostrarme. Es más, el que trabaja conmigo sabe que si puedo evitar la exposición lo agradezco inmensamente. No tengo ese afán de aparecer y me resulta muy tóxico cuando hago algo que no quiero hacer", dice Araceli y está claro que en los últimos años su costado más privado le está ganando la partida al público. No siempre fue así y ella es la primera en admitirlo. "Antes disfrutaba de todo eso y no me hacía ningún tipo de pregunta, me divertía, pero, con el paso del tiempo, creo que uno está mucho más atento a lo que recibe y da en consecuencia", aclara, solidaria con la que fue pero ya no le interesa ser.
Y si se trata de analizar y analizarse, qué mejor que estar en pleno armado, ensayo y error de un personaje como la Sally creada por Norah Ephron para el cine, adaptada para el teatro en Londres y readaptada ahora por Manuel González Gil para estrenarse el 16 de diciembre en el teatro Provincial, en Mar del Plata. Heroína emblemática de la comedia romántica, una mujer independiente y capaz que en busca del amor se encuentra con Harry-esta vez interpretado por Raúl Taibo-, ese cínico profesional que duda de todo, pero que está seguro de que la amistad entre el hombre y la mujer no existe. Por más que Sally se empeñe en afirmar lo contrario.
"Ella es una neurótica obsesiva y él, a su modo, también. Pero, en realidad, lo que se ve al final de la historia es que se trata de dos personas que tienen muchísimo miedo a entregarse. Es una comedia romántica en la que se dicen cosas muy serias. El humor está dado por la forma, pero lo que se dice es muy real", explica y sin que se le pregunte, por estar acostumbrada a que las preguntas que le hacen siempre vayan para el mismo lado, aclara que hace años que no ve la película y que, sí, el recuerdo que tenía de ella era el de la escena en que Meg Ryan finge un orgasmo sentada a la mesa de un poblado bar neoyorquino.
"Aunque todo el mundo está pendiente de eso y me pregunta por el orgasmo, la verdad es que el libro es tanto más que esa sola escena. Al leer el guión encontré textos profundos y esos personajes tan reales que sufren mucho por sus fracasos amorosos. Hay discusiones que tenemos en el escenario con Raúl que me hacen pensar en discusiones que tengo a veces con Fabi. No es la discusión fea, sino el intercambio de opiniones, de palabras, algo que nos queda de la adolescencia, creo. Son ese tipo de peleas de las que después nos terminamos riendo", razona Araceli estableciendo un puente entre lo público y lo privado. Será que el regreso marplatense trae recuerdos de su anterior temporada allí, hace 17 años, cuando La banda del Golden Rocket se trasladó de la pantalla chica al escenario veraniego. Y hacia allá fue ella con su nena de cuatro años y la inocencia de la actriz casi debutante a cuestas. "Aquella vez no nos fue muy bien; había más gente fuera del teatro que adentro. Querían el autógrafo, la foto, pero de pagar la entrada ni hablar. Pero cuando uno es joven esas cosas las lleva bien. Nos divertíamos y la verdad es que intento pasarlo bien en el teatro. Por supuesto que quiero que funcione, pero lo que más quiero es pasarlo bien trabajando", explica quien también compartirá escena con Mario Pasik, Graciela Pal, Lucrecia Blanco y Roberto Catarineu.
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